Primero fué un autito LandRover a escala 1:24, luego la posta ha sido seguida por varios juguetitos de plástico (especialmente animalitos) ansiosos por recorrer el Perú :D

sábado, enero 31, 2009

Chontay - Chaclacayo (Uniendo los valles de Lurín y Rímac) - 25 de Enero

Esta salida fue organizada por Bruno y narrada por nuestro corresponsal para The traveling Picture Show: Nikolai :D

El punto de Reunión fue en el KFC de San Borja en la av. Javier Prado a las siete de la mañana. Esta vez nos acompañaron Juanito, Gillermo, Mitchel (quien es de Chile y hace escalada allá), Sandro y Omar.
Desde aquí tomamos uno de los carros que van a Cieneguilla. Como es verano, los mosquitos han empezado a aparecer en gran cantidad. Nadie llevó repelente, pero el bloqueador también es útil para evitar las picaduras (esto pudimos comprobarlo!)

Cieneguilla está en las inmediaciones de la quebrada de Río Seco, a 450 msnm. (datos aportados por Bruno). Llegamos allá alrededor de las ocho y media y aprovechamos para desayunar. Había para escoger: café, tamal, ensalada de frutas y pan con huevo.

Santa Rosa de Chontay está a menos de media hora en carro desde Cieneguilla, por un camino que va entre propiedades inmensas. Es un pueblo chiquitito, apenas un par de cuadras de casas alrededor de la plaza central. Más allá sólo está el valle del río Lurín.


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Allí está el río Lurín.


Empezamos la caminata a las nueve y media, entrando por la quebrada San Isidro. Pretendíamos seguir el antiguo camino pre-inca, el cual es visible desde lejos y que va por la ladera derecha del valle mirando desde Chontay.

Caminamos apenas un rato, con el fondo del valle a unos setenta metros más abajo, cuando nos encontramos que el terremoto del 2007 había destruído varios tramos del camino. Donde antes había un sendero visible, ahora hay tierra resbalosa y piedras. Es peligroso venir por acá, un resbalón puede significar terminar en el fondo del valle (sí, a Yelinna casi le sucedió, y de paso perdió los palos de trek que le prestó Bruno).

Llegó un momento en el que no podíamos avanzar más, el camino estaba demasiado destruído. Entonces Bruno nos dió a escoger: seguir otra ruta más larga, y segura, hacia Chaclacayo, o ascender por la ladera del valle y conectar con el lado de Chachacayo de forma más directa. Como en el grupo todos eran (éramos) poseedores de un entusiasmo juvenil, decidieron (decidimos) la segunda opción.

Ascender por la pendiente de la ladera del valle del Río Lurín, confieso que es una locura.

Lo malo de estas laderas es que no son de roca o tierra firme, sino de barro seco, quebradizo, bastante suelto, y que hace que las piedras incrustadas en él tengan poco asidero. No es para gente sin experiencia... siendo sincero, no es para gente en general. Un pequeño error puede acabar cien metros más abajo (en realidad era más).

Mitchel, experimentado escalador, fué quien llegó primero a la cima de la ladera. Usándolo como punto de referencia, Yelinna llegó en segundo lugar, luego de bastante rato de pelear por no resbalarse, asirse de piedras flojas y evitar los lugares con sólo barro seco (mejores para trepar son los sitios que tienen rocas).



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Indy también nos acompaño, quería recordar sus tiempos de "Raiders of the Lost Ark" (desierto por todos lados). Detrás se puede ver cómo son las laderas del valle (no imaginaba que fuera tan estrecho) y lo impracticables que parecen desde aquí.


Nos preocupamos un poco porque el resto del grupo aún no llegaba. Lo que ocurrió fue que Sandro y Omar se desviaron hacia la izquierda y terminaron en un punto dodne no podían avanzar más. Bruno tuvo que ir a "rescatarlos" y traerlos a donde estábamos.

Ya a parti de aquí no habrían más subidas, salvo algunos trechos cortos y de muy poca pendiente. Ya se había acabado el trepar por el cerro :D

Como contaba Bruno al poco rato de salir de Chontay, el valle del Río Lurín es muy muy seco, como si la lluvia despreciara estos parajes. Si cae lluvia "es apenas un escupitajo".

Al mediodía llegamos al cerro Lindero a 950 msnm. Si estuvo un poco nublado en la mañana, ahora ya se sentía el calor. Tuvimos que seguir ascendiendo bajo el fuerte sol y, al pasar junto a unas grandes rocas, pusimo sentir el calor que son capaces de reflejar. Íbamos siguiendo las nubes, las que parecían huir de nosotros. A la una descansamos junto a una inmensa roca que, por tener un lado a la sombra, se mantenía fresca.
A las dos de la tarde llegamos al cerro Chachacayo, a 1400 msnm y aprovechamos para almorzar. Las nubes ya tapaban el sol.

Desde el cerro Lindero se pueden encontrar, tiradas entre la tierra, conchitas de caracoles. Son balncas y tienen la forma de cono de los caracoles de agua. La gente cuando las ve suele pensar que son fósiles, pero los fósiles están petrificados o parecen estar hechos de tierra. Estas conchas son de animales modernos.

Como contó Bruno, lo que sucede es que cada año, con las pocas lluvias que caen, estos cerros se llenan de vegetación, y con la vegetación aparecen los caracoles. Cuando las plantas se secan éstos mueren y dejan sus conchas atrás.
No sabíamos de dónde venían los caracoles. No pueden sobrevivir en el desierto, así que no debían quedar para el año siguiente, hasta que Omar encontró uno vivo en una de las piedras, en esas partes donde no da el sol y se mantiene fresco.
Entonces el fenómeno se llega a explicar: los pocos caracoles que sobreviven son suficientes para llenar de caracones los cerros cuando la vegetación aparece. Cuando todo se seca, quedan unos cuantos vivos, estivando, hasta la siguiente temporada de lluvias.

Ya desde aquí el camino era de descenso. Más adelante hallamos senderos por los que transita la gente, y más allá un camino de tierra para vehículos. Pasaba al lado de una estación eléctrica, de la que Juanito dijo que ya no había antena.

El desierto, aunque parezca monótono, tiene detalles interesantes. Descubrimos los primeros brotes verdes del verano y antiguos cactus, como éste:


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Bruno dijo que parecía armado con Legos :)


Por su tamaño y aspecto, se deduce que son cactus de crecimiento lento que les gusta echar pocas ramas (Bruno les dice "hijitos") y tenerlas grandes y gruesas, a diferencia de los cactus que se plantan en los jardines de Lima, que pueden alcanzar el tamaño de un árbol pequeño en unos años y que crecen como tales: un tallo o tronco con un montón de "hijitos" en la parte superior.

Ya eran más de las cinco cuando alcanzamos la quebrada que lleva a California, en Chaclacayo. Aquí Bruno nos enseñó a reconocer por donde ha pasado un huayco: basta ver la diferencia en el color de la tierra. los lados de la quebrada eran rojizos, pero por donde el huayco había pasado la tierra era del color del barro seco (y muy posiblemente era barro seco). Ya habían cactus grandes y gruesos en esta tierra, por eso supimos que el último huayco fue hace muchos años. Toda esta parte recién se está urbanizando, las casas recién se están construyendo. El siguiente huayco puede ocurrir dentro de un siglo, pero hay una regla a seguir: "por donde hubo agua, habrá agua".

Sólo es cuestión de tiempo.

La nueva urbanización fue bautizada por Yelinna como "Urbanización Huayco".

A continuación de la urb. Huayco hay un asentamiento humano, con todo el mal aspecto que tienen los asentamientos humanos. No ocurrió nada porque pasamos a una hora en la que no ocurre nada, pero ¿y si nos cogía la noche aquí?
Así, quien quiera entrar y salir de Lurín tendrá que hacerlo por Chontay, no por California. De todos modos esta ruta ya está muerta por su peligrosidad (el camino lo destruyó el terremoto y hay un asentamiento humano, ya de por sí suena bastante malo).

Luego del asentamiento viene el inicio de la Urbanización California. El contraste es tremendo: las casas son inmensas aquí, se nota que pertenecen a gente con mucho dinero. Empieza el asfalto y los jardines bien cuidados.
Cruzamos el río Rímac por un puente colgante. El río venía con poco caudal, o es que en esta parte el Rímac es así, mucho más chiquito de lo que se ve en Lima.
Siguiendo el camino adecuado, se llega a la Carretera Central, pues es fácil perderse o dar un largo rodeo antes de hallar cómo salir a la carretera. Eran las seis y media y es el momento cuando se nota el cambio de las horas: hace quince años, en verano, a las seis y media de la tarde ya empezaba a oscurecer, ahora empieza a oscurecer a la siete. Aún no sabemos a qué se debe esto.

Desde aquí pasan muchos carros a Lima, no tuvimos que esperar mucho por uno que tuviera asientos desocupados :D

Hay fotos aquí! y muchas más aquí!


Y ahora....

¿qué pasó con las conchitas que recogimos?

Bueno... se las dimos a quienes las apreciarían más:


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Pirata Barba Negra: - Aaaarrr!! Por fin nuestros esfuerzos se ven recompensados. ¡Estas caracolas son nuestras!
Jack Sparrow: - Creo que oigo algo en ésta :D
Elizabeth Swann: - ¿Es el mar?
Wll Turner: - Yo también lo oigo. ¡No es el mar! ¡Es el sonido del río Lurín! :D :D :D

2 comentarios:

Blue Fairy meets Gepetto dijo...

me gusto esta frase tuya: "...como si la lluvia despreciara estos parajes.." que buena descripcion.
saludos!

Bruno dijo...

What a crew! These pirates are nuts!!! I guess it must be ´cause they live in a toys box...
(I forgot to tell you that the trek poles were saved by Marrano from this lonely & dry valley)