Primero fué un autito LandRover a escala 1:24, luego la posta ha sido seguida por varios juguetitos de plástico (especialmente animalitos) ansiosos por recorrer el Perú :D

domingo, setiembre 14, 2008

Laguna Curiguay - Nevado Sulcón: 1 al 8 de Septiembre

Narrado por: Mauri, la cabra montañesa, y Kurt, el lobo.

Esta salida fue una expedición organizada aparte por Bruno y José Usquiano. La expedición iban a hacerla ellos dos, pero luego permitiern que Yelinna se les uniera :D

Llevamos dos carpas Doite exactamente iguales (una de Bruno y la otra de José), en las que los expedicionarios se distribuirían así: Bruno y Yelinna (siendo novios tenían que compartir una carpa :D ♥♥♥♥♥♥) , y en la otra José y las mochilas (quienes tienen la desventaja de no dar calor durante la noche).

El punto de reunión fue el lunes 1 al anochecer, en el parque detrás del cine Orrantia de donde salen los carros a Chosica. Ya en el paradero a San Mateo, pudimos abordar la última couster que saslía hacia San Mateo de Huanchor, llena de gente a más no poder. No convenía llegar demasiado tarde ya que el minimarket Maná cierra poco después de las diez de la noche y hacía falta comprar algunas cosas más, como las barritas de cereal y coca que tanto gustan a Bruno (un sol cada una).

Felizmente llegamos a San Mateo (exactamente al hostal Las Américas) a las nueve de la noche. La cena fue una hora después. Nos acostamos temprano, pues al día siguiente había que partir hacia Yuracmayo.

Martes 2:

Después de desayunar cerca al puente en el paradero último en San Mateo, partimos hacia Yuracmayo, a las siete de la mañana, y llegamos a nuestro destino hora y media después. Aquí José y Bruno empezaron a buscar alguien que alquilara burros que llevaran las mochilas, pues no era buena idea fatigarse desde apenas empezar el viaje. Un solo burro no iba a poder cargar todas las mochilas, así que se alquilaron dos.
Los burros fueron delante con José, mientras que Bruno y Yelinna se retrasaron por acomodar las cosas.

Nuestro destino eran las inmediaciones de la laguna Huallacocha, donde acampamos hace algunos meses atrás. Pasamos por el punto donde se ve el nevado (ahora sin nieve) Cuncusyantaj, hacia el paso que asciende a 5000 msnm y que separa las regiones de Lima y Junín.

Durante el trayecto, no vimos a José por nungún lado hasta que llegamos a la ladera que, trazada por caminos de vicuñas, llega al paso. Y encontramos a José descansando junto a todas las cosas. Los burros y su dueño habían desaparecido. Como dijo José, los burros ya no daban más, por un momento incluso casi se habían caído, y el señor decidió regresar con ellos. Estábamos a unos quince minutos del paso, y después de descansar media hora, Bruno, Yelinna y José se cargaron sus mochilas y continuaron el camino.

Después del paso, continúa un largo trecho de bajada hasta llegar cerca a Huallacocha. A pesar del sol, correo un viento frío, por lo que no es buen lugar para acampar sino hasta haber llegado a la quebrada que une a las lagunas Huallacocha y Curiguay.

Pudimos avistar Huallacocha ya a las tres de la tarde. No bajamos hasta allá, sino que Bruno y José decidieron acampar mucho más arriba, junto a una casita de piedra que había sido usada, y ensuciada, por las ovejas. La cocina se colocó junto al muro exterior, y las carpas un poco más allá. Antes se tuvo que limpiar el lugar de piedras y excrementeo seco de llama. El agua para cocinar, la proporcionó un riachuelo que corría cerca del otro lado de la casita.
Huallacocha tiene menos agua que la vez anterior. Aquí José y Bruno se dieron una decepcionante sorpresa: los nevados que pensaban escalar estaban sin nieve. Además mostraban cerca a las cimas glaciares desquebrajados, llenos de inmensas grietas. Más abajo todo era morrena. Como aquí no había nada alpinísticamente que valiera la pena, se decidió seguir al día siguiente seguir hasta Curiguay, y el glaciar que existe hasta casi tocar la laguna.

Altutud: 4765 msnm.


Miércoles 3:

Todo amaneció helado. El riachuelo se congeló por completo, y a esta altura nada se derrite sino hasta que le da el sol. Las carpas se cubrieron de finísimas capas de hielo.
Justamente estos dáis el cielo estuvo muy despejado, y eso significa más frío en la noche, pues las nubes ayudan a atrapar el calor que la tierra acumula durante el día.


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Caminando sobre el hielo :D :D

El desayuno fue a las siete de la mañana. Luego se pusieron las carptas y las bolsas de dormir a secar al sol, que estaba muy fuerte. Entre esperar a que todo se secara y guardar las cosas, ya eran más de las once de la mañana cuando partimos hacia la laguna Curiguay. Fuimos por la ladera derecha de la quebrada, para evitar las tremendas subidas y bajadas entre la morrena, más hacia el fondo de la quebrada.

Casi a mitad de camino, vive un pastor, el cual posee una manada entera de perros que cuidan sus ovejas contra zorros y pumas, los cuales habitan estas alturas.
Lo malo es que estos perros tienden a ladrar y perseguir a todo extraño que se acerque, incluyendo caminantes que sólo están de paso. Contra los perros, nada mejor que los palos de trekking para mantenerlos a raya.

A la laguna Curiguay llegamos a las tres de la tarde, donde pasamos un rato buscando un lugar protegido del viento para armar el campamento. Como es fines de la temporada seca, esta laguna también se ha encogido, y ha dejado una extensa playa a su alrededor, formada por barro arcilloso seco. El tipo de suelo que rodea esta laguna es un problema, ya que si se moja forma un barro pegajoso, difícil de quitar. La solución era apoyarlo todo en las muchas rocas esparcidas por todas partes y no pisar lo que se hubiera mojado. El agua que necesitáramos, la sacaríamso de la misma laguna. Bruno afirma que es demasiado fría para contener microorganismos peligrosos, per eso no quita el que sea necesario hervirla antes de cocinar o beberla.

El plan era ir a explorar los glaciares que se extendían en los cerros atrás de la laguna. Exactamente acampamos bajo el nevado Carhuachuco, el cual espera la siguiente nevada para recuperarse.

Jueves 4:

Esta vez no sentimos tanto frío como la noche anterior, aunque el campamento se situaba a 4800 msnm. Posiblemente porque era un lugar más protegido, o porque ya nos estábamos aclimatando, o ambas cosas.

El desayuno también fue a las siete de la mañana. Igual que el día anterior: leche, avena, trozos de manzana, pan y queso. A las ocho y media ya iniciábamos el ascenso por la cara norte del nevado Sulcón. Bruno y José querían ver el glaciar de cerca y si se ofrecían buenas condiciones para escalar. Era un día muy soleado, auqne algunas nubes solitarias ya se debajan ver en el cielo.

Para llegar al glaciar, por encima de los 5000 msnm, hay que caminar un buen trecho de pura morrena siguiendo los caminos trazados por las vicuñas, pues por aquí nadie viene. Nuestre primera vista, fue la lengua del glaciar que casi baja hasta la laguna.


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El glaciar está lleno de grietas.



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Desde aquí hay mejor vista, el cielo ya se nublaba por ratos.

Entrar al glaciar era imposible. Tenía demasiadas y peligrosas grietas, además de estar separado de la morrena por paredes y simas rocosas. Continuamos ascendiendo por un costado, mirando siempre el cielo pues parecía querer empezar mal tiempo.

Llegamos más arriba, ya a unos 5200 msnm donde la nieve y el viento forma los penitentes, pequeñas cúspides de nieve y hielo que pueden servir como escalera para el ascenso, junto a otro glaciar, el cual ya empezaba a derretirse.


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Estas son las estalactitas de hielo al borde del glaciar. Más abajo ya había un riachuelo.



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Conquistando los penitentes.

Bruno cuenta que en Argentina pueden alcanzar el metro y medio de altura, o más. Pudimos seguir ahsta la cima, pero las nubes ya se mostraban amenazantes, así que se decidió volver.

Y de pronto los vientos se llevaron las nubes de tormenta hacia el valle del Mantaro, que desde aquí se puede ver muy a lo lejos. Ya era tarde para intentar la cumbre, pero esto da a entender lo impredecible que es el tiempo en la montaña.


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Ya de bajada, volvió a brillar el sol.

Regresamos al campamento después de cruzar la resbalosa morrena del Sulcón, a eso de las cuatro de la tarde, en compañía de la puesta de sol. Bruno y José discutían acerca de intentar la cumbre del Sulcón, pero eso quedaría para el sábado, después de un buen descanso.

La comida fue poco antes del anochecer. Ya a las siete, todos estaban en las carpas dispuestos a dormir.

Esa noche, empezaron las visitas nocturnas. José y Bruno sintieron fuertes pisadas cerca de las carpas. Yelinna no sintió nada, pero los pasos daban a entender que pudiera ser un puma joven, o un zorro. Ya era tarde cuando salieron a la entrada de las carpas, y alrededor de la cocina, a intentar distinguir las huellas, pero en la oscuridad no se veía nada. Apenas oía voces desde dentro de las carpas, el visitante nocturno huía y desaparecía en la oscuridad.


Viernes 5:

Esta vez todo el mundo se levantó un poco más tarde. El desayuno fué a las 8:30 de la mañana. Temprano hizo sol, parecía ser la mañana perfecta para bañarse en la laguna, pero cuando Bruno y Yelinna fueron a bañarse, el cielo se tapó e hizo mucho frío. José les mostró un lugar mejor en la laguna, más protegido del viento, pero grandes nubes tapaban el sol y aparentaban no querer moverse. Aprovechando un hueco entre las nubes, Burno y Yelinna pudieron darse una zambullida, aunque seguía haciendo frío, y el viento no ayudaba.

El almuerzo fue alrededor de las tres de la tarde. Bruno, el chef de la expedición, preparó fideos canutos con atún y salsa pomarola y sopa de sobre con un huevo (sí, había llevado huevos dentro de una de las ollas y bien protegidos para que no se rompieran).

Esa tarde, poco antes del anochecer, José, Bruno y Yelinna, fueron a ver las inmediaciones del Carhuachuco. Bruno y José querían ver de cerca si era posible escalarlo con el equipo que tenían, pero ya de cerca se notaba que la pared era vertical, en algunas partes mojada por el derretimiento del hielo, y con una morrena resbalosa y peligrosa en las parts más altas. José y Bruno conversaban de regreso que aquella pared podía escalarse, pero con equipo para escalar roca. Esto ya quedará para otra ocasión. Se acordó intentar la cumbre del nevado Sulcón, el cual conserva sus glaciares y una buena porción de nieve en las alturas.

Debíamos dormir temprano, ya que debíamos salir al Sulcón antes del amanecer.


Sábado 6:

4:30 am: Se despertó a todo el mundo. Era hora de irse preparando para la subida al Sulcón. Esta vez el desayuno fué más frugal: cocoa, galletas y queso. Para el camino se reservaron varias barritas de cereal, un par de manzanas y el resto de los bocaditos salados de José, los que sobraron de la primera tentativa al glaciar del Sulcón. El gatorade ya se había acabado hacía dos días, así que se mezcló el agua hervida de la laguna con jugo en polvo. A las cinco y media, bajo la luz de la luna creciente, se inició la expedición.


Ya era de día cuando dejamos atrás Curiguay. Esta vez, en lugar de dar tantos rodeos, fuimos directamente hacia la arista cimera del Sulcón, a donde llegamos en poco más de cuatro horas. Ya eran las diez de la mañana cuando Bruno y José empezaron el ascenso a la cima, dejando a Yelinna en la arista.

Ya para entonces se avecinaba mal tiempo. Podía esperarse que el viento y las presiones cambiaran y se llevaran las nubes de tormenta a otro lugar, pero eso no se puede predecir. Aprovechando las horas de sol, Bruno y José se alejaron hacia lo alto del Sulcón.


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Esta es la vista que se tiene del glaciar desde la arista cimera. Altura: 5300 msnm.


El glaciar tenía varias grietas, aquí dos fotos de una de ellas:


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Esto sucede cuando el glaciar ya no soporta su propio peso.



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Es mejor no acercarse demasiado, no se sabe si aguantará el peso ni que tan profundo sea.


EL primer par de horas hizo muy buen tiempo. Bruno y José se quedaron buen rato en una parte en la que el camino se hacía casi vertical, y Bruno cuenta lo agotador que fue estar clavando en la nieve, durante una hora casi. Yelinna se encargó de tomarles fotos hasta perderlos de vista, luego de recorrerse un trecho de la arista cimera.


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Esos dos puntitos cerca a la cumbre son Bruno y José. Ese fue el tramo donde se atascaron.

Ya hacía rato que no se los veía cuando el cielo volvió a nublarse. Al mediodía se tapó todo y empezó a nevar, primero un poquito, luego más y más fuerte. Ya no se podían ver las montañas en el horizonte, todo parecía estar cubierto de neblina. Para no tener frío, Yelinna empezó a golpear la nieve con sus bastones, esperando a que Bruno y José volvieran. Felizmente no tuvo que esperar mucho rato, menos de una hora después ya estaban de regreso, justo cuando la tormenta se ponía más fuerte. Incluso llegaron a escucharse un par de truenos. Hacía mucho frío y era menester regresar cuanto antes a la seguridad del campamento.

El camino de bajada parecía largo, pero con el entremamiento de subir y bajar morrena, no era tan difícil. Yelinna aún no se explica cómo Bruno y José podían ubicar el camino de bajada, en medio de la neblina que lo tapaba todo. A medida que bajábamos, la tormenta iba quedando atrás, y ya en la base del Sulcón casi no caía nieve. No eran las tres de la tarde cuando pudimos, por fin, volver al campamento.

Después de almorzar (y de su respectiva taza de té, que Bruno siempre había preparado después del almuerzo) todo el mundo se fue a descansar. Se pensó en hacer sopa para la cena, pero no hubo cena, todo estaban tan cansados que nadie volvió a salir. Además hacía frío.

Esa noche, se volvieron a sentir los pasos del visitante nocturno. Husmeaba alrededor de la carpa de José, buscando, u oliendo, comida. Bruno, sacando la cabeza de improviso de la carpa, llegó a verlo: era un zorro, grande como un perro. Como nunca viene gente por estos lugares, en realidad no tenía qué temer de unos campistas solitarios.

Domingo 7:

Se acabó la comida sólida. Bruno preparó una última tortilla para el desayuno con galleta desmenuzada y el último huevo. Lo que sucede es que los tres estuvieron comiendo demasiado bien los primeros días (nuggets de pollo, fideos canutos con mantequilla, puré de papas, pan con queso o atún, sopa ramen, tortilla de huevos y atún, sopa de sobre con huevo, café y cocoa... todas especialidades de Bruno :D :D ) y ya para los últimos días de la expedición las reservas de comida estaban casi agotadas. Quedaba té, café, cocoa y avena, pero ya no había leche, ni manzanas, ni chocolate, ni bocaditos salados.

Este era el día de iniciar el regreso. Después de guardar todo (y después de esperar a que se secara antes deguardarlo), a las once y media de la mañana íbamos de vuelta al paso camino a la laguna Huallacocha. Para evitar al pastor y sus perros pasaríamos más arriba, por la ladera de los cerros de la quebrada. José, quien se fué por el fondo, tuvo que encararlos a todos, espantándolo con sus palos y llamando a Bruno por radio, la que, para su mala suerte, se había quedado sin batería.

Caminar a semejante altura y con hambre no es cosa agradable, pero se puede soportar (entre Bruno y Yelinna se comieron la última barra de cereal). No fueron muchas horas de camino. El cielo estaba despejado y había agua con jugo suficiente para beber, lo cual es más importante. Ese día no llegaríamos hasta el paso. Antes, hay una pampa lo suficientemente llana para acampar, lo que no hay del otro lado. Lo malo es que está muy expuesta al viento, y hace mucho mucho frío. Al final se pudo hallar un lugar cerca a una loma pequeña, no muy lejos de una cascadita de donde se podía sacar agua.

A las cuatro de la tarde ya estaba armado el campamento.

Ese dái el almuerzo fue lo último que quedó del puré de papas, la mantequilla y la leche de soya. Se acabó el café y se hirvió agua para el día siguiente. Estábamos a 4840 msnm y fue el campamento más frío de toda la expedición.

El pastor de la quebrada le había advertido a José que esta es zona de pumas, los cuales suelen ir detrás de las vicuñas, cuyos gritos oíamos venir desde la cima de los cerros frente a nosotros. Era preferible no salir de noche, por precaución.


Lunes 8:

Siete de la mañana: Desayuno(?) Según cuenta Yelinna, éste sólo fue cocoa y lo que quedaba en los sobres de mermelada. Ya no quedaba nada excepto agua con jugo en polvo disuelto. Eso sería todo lo que mantendría a los expedicionarios hasta llegar a Yuracmayo (o dónde se pudiera comprar algo de comer).

Era poco después de las diez de la mañana cuando se pudo iniciar el camino de regreso. Una vez pasado el paso, ya era todo de bajada. Y salimos justo a tiempo: una vez pasado el punto de donde se ve el Cuncusyantaj, una tomrenta empezó a perseguirnos, cubriendo la quebrada y descargando justo a neustras espaldas. Ya habíamos dejado atrás los senderos de vicuñas, y en algunas partes se veían huellas de herraduras. La represa se ve desde lejos, y da la engañosa apariencia de estar más cerca de lo que realmente se encuentra.

A las dos ya estábamos en Yuracmayo, exactamente en el mismo punto donde se empezó la expedición. Tuvimos suerte: el carro que contrató Bruno llegó justo a tiempo (sí, él ya conoce al chofer).

Media hora después partíamos hacia San Mateo, a donde llegamos antes de las cuatro de la tarde. Ya en el paradero de los carros que salen a Chosica se pueden comprar golosinas, papa rellena y gaseosas. A veces también se suben a vender humitas y tamales. Todo ello le cae muy bien a quien ha pasado un día entero sin casi comer nada.

En Chosica, estuvimos poco después de las seis de la tarde. Si se toman los colectivos que cobren ocho soles, es posible estar en San isidro en Lima en una hora como máximo.

Las fotos de todo el viaje están aquí.