Primero fué un autito LandRover a escala 1:24, luego la posta ha sido seguida por varios juguetitos de plástico (especialmente animalitos) ansiosos por recorrer el Perú :D

viernes, julio 06, 2007

29 de Junio - 1 de Julio : Rúpac - Huaral

Salida organizada por AirePuro.

El punto de encuentro era el terminal de la empresa Soyuz en la cuadra 2 de la Av. México. El problema es que hay dos terminales allí, frente a frente. para evitar confusiones, diré que sólo una de ellas sale hacia Huaral. Sólo basta preguntar :)

Aquí nos encontramos con una vieja amiga de aventuras: Auraluz :D

Las fotos del viaje están akí.

El bus salió a las 8:00 am y llegamos a la ciudad de Huaral dos horas después. De allí tomamos una de las cousters que salen hasta el poblado de Huayopampa, ya era mediodía para entonces. A la una, hicimos una parada de media hora para almorzar cerca al puente Vilca. Allí a varios de los viajeros les regalaron de esos pepinos redondos, amarillos y con rayas. Tan grandes que cuatro de ellos fácilmente harían un kilo. Mi dueña prefirió no ir a donde los regalaban, ya que sabía que cargar frutas tan grandes y frágiles no iba a ser muy confortable (especialmente considerando que volvía a cargar su mochilaza de 15 kilos de peso).
En Huayopampa estuvimos a eso de las tres de la tarde, pero la couster continuó camino hasta otro pueblito de nombre Pallac, nuestro verdadero destino. Eso ahorró la caminata desde Huayopampa a Pallac. Allí estuvimos a las cuatro de la tarde.

Huayopampa es la capital del distrito de Atavills Bajo y está sobre la planicie del río Añasmayo.

En Pallac había fiesta en honor a San Pedro. Ya desde tan temprano la gente estaba tomando y además, daban comida gratis: pachamanca y/o patasca, según el gusto del comensal. La preparación de la patasca es bastante interesante: según nos contaron, se hierve la cabeza del carnero y luego se le echa mote.

La caminata empezó exactamente a las 5:15 pm (creo que después de leer un poco este blog se notará cierta obsesión de mi dueña por los tiempos y las horas :P). El destino: la ciudadela de Rúpac, que, junto a Añay y Chiprac, son los restos mejor conservados de la cultura pre-inca de los Atavillos. Esta cultura se desarrolló en buena parte de lo que ahora es la región Lima.
Desde arriba donde estábamos, aún podíamos oír a la banda del pueblo de Pallac tocar. Incluyeron esa canción tan bonita que dice: Si es que el amor viene así, de esta manera, uno no tiene la culpa....

A pesar de que nos asignaron un guía, no teníamos cuándo llegar a Rúpac. La noche nos alcanzó, pero felizmente hubo luna llena y se podía ver el camino, aunque no tan claramente, así que fué necesario sacar las linternas. Se habían estimado tres horas de camino, mas dieron las nueve de la noche y no había cuándo llegar. El grupo se estaba separando, el camino se volvía menos marcado, y las luces de un par de casas lejanas se confundían con las de las linternas, por lo que había peligro de que alguien se desviara.
Eran las diez de la noche cuando los guías (Jeff, Alex y Erick) ordenaron alto.

Acamparíamos entre los pastizales. El campamento se dividió en tres grupos, pues el terreno era inclinado y no había espacio en un solo lugar para todas las tiendas. Incluso hubo que pisotear un poco las plantas para hacer sitio. Yelinna compartió la suya con Moyra, quien momentos antes había estado buscando "a la otra chica que le prometió compartir su tienda con ella":
Moyra:- ¿dónde está la otra chica...?
Yelinna:- Aquí estoy, yo soy "la otra" (je je je).

Sábado 30:

Al día siguiente la gente se despertó tarde, se tomó su tiempo para desayunar y para desarmar el campamento. Ese desayuno fué todo un buffet que ingluyó jamón, queso, pan, leche, avena... Generalmente una caminata se empieza muy tamprano, pero ese día la empezamos a las diez y media de la mañana.

La ruta era bastante soportable durante las primeras dos horas... pero después del descanso del mediodía, fuimos trepando por la ladera de la montaña, entre plantas llenas de espinas, ramas bajas, ortigas, tierra resbalosa y pasto seco. Las plantas azotaban a los viajeros sin misericordia, y todos, aboslutamente todos (bueno, quienes llevaron polos de mangas cortas) terminaron con los brazos llenos de raspones. Encima el sol era fuerte y hacía calor. En varias ocasiones hubo que arrastrarse por el suelo para pasar debajo de las ramas, las que muchas veces se engancharon en las mochilas (los aislantes, que suelen ir en la parte superior de la mochila, terminaron razgados, y el de mi dueña perdió incluso una esquina. Ella no deja de lamentarse).

Es apenas el fin de la primavera en la sierra y hay flores por todos lados, especialmente esas tan bonitas conocidas como "zapatitos". Con las flores también aparecen multitudes de insectos: abejorros gigantescos, tábanos, abejas... no hacen daño, pero mi dueña no pudo evitar sufrir el acoso de un abejorro esa mañana, mientras desarmaban el campamento.

De lejos, la montaña se ve apacible, hermosa. Los cerros lejanos estaban secos y desérticos, pero esta parte está aún cubierta de vegetación. El sol brilla y el cielo está muy azul, las pocas nubes son blanquísimas y el aire es tan tranquilo...

Bueno, esto es de lejos. Ya de cerca la historia es otra: el camino tiene una pendiente muy pronunciada, hay que trepar por las piedras y entre las plantas hostiles, espantar a las decenas de insectos que hay por todos lados, evitar las espinas y las telarañas, abrirse paso por donde hace falta un buen machete y evitar las ramas que golpean y las piedras sueltas. Aquí Yelinna quiere agradecer a Angélica el que haya limpiado la sangre que corría de su brazo (una herida menor).

No hubo tiempo para almorzar. La gente comía (o engullía) lo que podía en el camino. En este punto los famosos pepinos se hicieron presentes: son pesados de cargar, así que quienes los recibieron se pusieron a repartirlos. Mi dueña recobió uno de un tamaño descomunal. Y ahora quisiera que se recordara esos documentales en los que se ven monos comiendo frutas jugosas; ahora basta reemplazar al mono en cuestión por mi dueña, y se tendrá una idea bastante exacta de la clase de modales que tiene ella al comer este tipo de pepinos cuando no tiene un cuchillo decente a la mano.

Felizmente llega un momento en que el camino ya deja de ser de subida, se vuelve llano y empieza a descender. Es entonces que se puede ver Rúpac a lo lejos.
Después de un recorrido tan duro, ver Rúpac es como llegar a la Tierra Prometida. La ciudadela está muy bien conservada, varias de las casas aún poseen sus techos, y aunque los senderos dentro de Rúpac ya no existen, es posible recorrerla hasta la parte alta.

Llegamos allí a las seis de la tarde y acampamos a unos metros de Rúpac. Dentro de la ciudadela, había otro campamento: un grupo de estudiantes de arqueología habían llegado allí desde Pampas, la cua está a unas dos o tres horas de caminata.


Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Akí estoy al lado de uno de los muros de una casa de Rúpac.

Los estudiantes de arqueología (alguien dijo por ahí que eran de la San Marcos) nos recomendaron mucho, pero mucho, no seguir hasta Pampas, pues ya era casi de noche y la ruta es demasiado accidentada como para que sea seguro recorrerla en la oscuridad. Así que permanecimos en las afueras de Rúpac. Lo malo: a la gente se le estaba acabando el agua y había que cocinar, y el punto más cercano donde obtenerla estaba a hora y media de distancia. Para evitarles el viaje (y aligerar la mochila de paso) mi dueña, después de un cuidadoso cálculo:
- Sin(x*t)+y^2-0.5/cos(2*pi*z/N)+e^(-3*i)-tanh(x*i)...
Descubrió que le sobraba alrededor de un litro del preciado líquido, el cual regaló de muy buena gana. En realidad, de entre todas las cosas que se pueden cargar, la más pesada es el agua.

Esa noche mi dueña no durmió tan bien como la anterior. No fueron los legendarios ronquidos de Erick, sino que el viento azotaba las carpas, y además hacía frío. Rúpac está a una altura de 3500 msnm, casi el mismo nivel que la ciudad del Cusco.

Y ahora: Algunos datos sobre el Reino de los Atavillos:
Se desarrolló entre los años 900 y 1400 en las alturas del actual Huaral, en la etapa histórica de "La Edad del Bronce". Esta cultura se origina en las cercanías del Lago Titicaca y se estima que llegó hasta Huaral debido a la expansión de la cultura Tiahuanaco.
Adoraban al sol (Huillca) y a la luna (Pasac). Sus rituales estaban muy unidos con el culto a los muertos y antepasados ("achachillas" o "abuelos"). El fardo funerario se llamaba "mallqui". El cerro mango es el Apu o cerro tutelar. Sus guardianes son los "muquis" o duendes.
Los jefes de los ayllus (grupos familiares) llamados curacas, tenían como jefe principal al Curic. El asentamiento más antiguo es Chiprac.
Los Atavillos fueron conquistados por el Inca Pachacutec alrededor del año 1400.


Domingo 1:

Esta vez sí la gente se despertó temprano: seis de la mañana. Oscar (conocido también como "Pollito") puso la alarma de su celular, la cual tenía grabada el canto de un gallo.

Los guías decidieron que no iríamos a Añay ni a Chiprac. Más que nada por la falta de tiempo, ya que debíamos estar de vuelta en Huaral ya que los buses de regreso a Lima salen sólo hasta cierta hora.

El grupo de los estudiantes de arqueología partío hacia Pampas a las ocho de la mañana. Media hora después, nosotros seguíamos sus pasos.

El camino que une Rúpac con Pampas está afirmado, es llano y va de bajada. Bordea las montañas en las que el sol daba de lleno por nuestro lado. El paisaje es bellísimo. Desde esta parte se domina toda la quebrada, en donde los cerros aún conservan algo de verdor.

Nos tomó poco más de dos horas llegar hasta Pampas.

Pampas es un pueblo abandonado. Las casas aún están en pie y están bien conservadas, pero allí no vive nadie. Lo único que recibe mantenimiento (limpieza y pintura) es la iglesia y una caseta una cuadra más allá, posiblemente baños para los visitantes.
Se puede subir hasta donde está la campana, a un costado del frente principal, de la iglesia trepando por una estrecha escalera de piedra interior.

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Detrás se pueden ver alguans casas de Pampas, aquí estábamos en lo que se podría decir que es la plaza principal.

Desde Pampas, a dos horas trepando por el cerro, se puede llegar a Chiprac. Pero no fuimos porque el tiempo apremiaba. Antes del mediodía, partimos hacia el pueblo de La Florida.

Esta parte del recorrido es de bajada, pero más pronunciada que el que parte de Rúpac hacia Pampas, y más accidentada. Aquí fué cuando la rodilla derecha de Yelinna empezó a molestarle. Al principio parecía no ser nada, pero con el paso de los minutos se volvió una verdadera molestia. Yelinna esto la enojó tanto que, perdiendo un poco la prudencia, la compostura y entre otras cosas, ya no se fijaba las piedras por las que saltaba o la velocidad con la que bajaba... a pesar de las recomendaciones de Auraluz. Es una suerte que Auraluz apareciera, fué un gran apoyo durante buena parte del trayecto, incluso le dijo a Jeff que le prestara uno de sus palos de trekking.
Nos tomó más de una hora llegar a la Florida, ya para entonces mi dueña estaba cojeando. Sé que en un momento llegó a lamentarse el cargar una 4x4 que no puede cargar a su dueña (ejem...).

En los pueblos pequeños suele haber el inconveniente de no hallar transporte. Generalmente se toma lo que se encuentra: una couster, una camioneta, o un camión.

Los guías lograron convencer a un chofer que llevara a una parte del grupo, a diez soles por cabeza, hasta la ciudad de Huaral, encima de su cargamento de choclos (unas cinco toneladas como indicaba la carga neta del camión). El resto del grupo iría hasta Macona, donde hallar transporte es más fácil.

Yelinna se apuntó inmediatamente, más por lo inusual de viajar sobre un camión cargado de choclos que por su rodilla, que no dejaba de quejarse, pero procuraba no darle importancia llamándolo una "pequeña avería en los amortiguadores y la suspensión. Mientras no sea la cabeza ni la columna, todo tiene arreglo".

Un dato: muy recientemente nos enteramos que en los supermercados de Lima se puede adquirir comida enlatada como pollo deshilachado o comida criolla, todo listo para consumir :O

Al principio el olr de los choclos es muy fuerte, pero después de un rato deja de sentirse. El viaje en el camión de choclos duró cuatro horas, las dos primeras bajo el fuerte sol. Por alguna razón mi dueña le agarró cariño a todos los gusanitos que se les trepaban encima y estaba pendiente que no los aplastaran, cogiéndolos y poniéndolos en un lugar más o menos seguro entre los choclos. Mientras no tengan aguijones, chupen sangre o vivan entre la basura, a Yelinna le gustan todos los bichos :)

El camión nos dejó cruzando la pista, frente a la terminal de Soyuz, en la que había una alrga cola de gente queriendo abordar los buses. Pudimos tomar el de las ocho de la noche.
Parte del camino de regreso estuvo cubierto de una espesa neblina. Pasamos por Ancón y Zapallal, luego los distritos de Los Olivos y San Martín de Porres.
El viaje de regreso, duró menos de dos horas.

Más fotos akí y akí.