Primero fué un autito LandRover a escala 1:24, luego la posta ha sido seguida por varios juguetitos de plástico (especialmente animalitos) ansiosos por recorrer el Perú :D

viernes, mayo 23, 2008

15-18 de Mayo 2008: Lagunas Huallacocha y Curihuay

Salida organizada por Bruno y esta vez narrada por Mauri, la cabra montañesa.


Miércoles 14:
El punto de reunión fué en el parque atrás del cine Orrantia a las siete de la noche. El grupo completo estuvo formado por Bruno, Yelinna, José Usquiano, Juan Víctor, Carlos Tipa, Mela, Beto e Irma. En el parque además ya había gente haciendo cola para coger un colectivo a Chosica. Al final todo el mundo abordó un micro que salía para allá, y luego de convencer al chofer y pagarle lo que pidió, nos llevó directamente a San Mateo a donde llegamos a las diez de la noche, exactamente al Hostal las Américas (no hubo tiempo de ver completa la película que nos pusieron en el trayecto "Ruanda", excelente).
Llegamos con las justas para poder comer algo en el restaurante porque ya lo estaban cerrando. Felizmente aún tenían comida.

Originalmente el plan era llegar a San Mateo el Jueves muy temprano, pero como habíamos llegado la noche anterior teníamos tiempo de desayunar con calma y de comprar lo que faltaba en el minimarket que está justo cruzando la Carretera Central.

Jueves 15:
Nos despertamos poco después de las seis dela mañana, y la gente fué a desayunar a eso de las ocho. Hacía mucho sol y calorcito. Yelinna recomienda el pan con lomo saltado, a tres soles, o la jarrita de jugo surtido, a dos cincuenta. Otros recomiendan el té de muña.

Entre arreglar las cosas e ir a buscar quién quisiera llevarnos a Yuracmayo sin abusar del rpecio, dieron als diez de la mañana. Yuracmayo está a poco más de una hora. El cielo estaba despeladísimo, se dice que esto significa que más tarde hará frío.

El problema es que no debajan pasar por la represa a pesar de que pedimos permiso a os vigilantes (sí, se acordaron de Bruno), así que tuvimos que hacer un rodeo que nos tomó como una siguiendo un camino de trocha ondulante al principio, y luego por la ladera del cerro.

Acá, una foto de la represa:

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No, este no fue el carro que nos trajo.

Debíamos alcanzar un paso a casi 5000 msnm, pero nos detuvimos antes. Poco antes de las cuatro de la tarde
ya armábamos el campamento en la quebrada Aigangra. a 4400 msnm.

Para la cena Bruno preparó tallarines con mantequilla derretida y orégano. Ya de noche el frío se hizo más intenso, y es probable que hayan hecho unos 8 ó 10 grados bajo cero aquella noche.
Parece que el invierno va a ser muy frío este año.

Viernes 16:
Despertamos a eso de las seis de la mañana. Sigue haciendo mucho frío hasta que los rayos del sol caen sobre el campamento, cosa que no ocurrió hasta las ocho aproximadamente. Y fué el frío lo que impidió que pudieran secarse las carpas y todas las cosas. Sin el sol, es fácil que el agua se congele dentro de las ollas y en las botellas. Ya había pasado buen rato después del desayuno cuando se pudo guardar todo y partir. Entonces ya eran las once de la mañana.

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Nuetro destino: La laguna Huallacocha alta a 4540 msnm y al otro lado de un paso a 4900 msnm. Seguimos el sendero que usan los ganadero que van de Pumacocha a Yuracmayo, en la ladera de los cerros. Pasamos por una quebrada desde donde se veía el nevado Cuncusyantaj, el que no se puede escalar porque es muy escarpado y empinado. Ya desde lejos tiene una cara nada amigable:

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Como diría Bruno minutos después: parecía un castillo gótico.

En la foto estoy sobre rocas cubiertas de líquenes que, por lo menos, tendrán unos cien años, ya que cubrían totalmente las piedras. Más o menos esa debe ser la época en la que se retiraron las nieves de esta quebrada.

Luego pasamos por una lagunita, casi una charca, donde nadaban pececitos. Subimos por una cuesta y seguimos un camino marcado por las vicuñas, ya que casi nadie viene por estos lugares. Ya eran las cinco y media cuando alcanzamos el paso y aún quedaba un largo camino de bajada hasta la laguna. La idea era acampar en unos corrrales que hay más allá, uno de los cuales se reserva a los campistas, pero que suelen ocuparlo los animales.

Oscurecía rápidamente. La bajada se hacía interminable, además de difícil, y ya era de noche cuando llegamos a un lugar adecuado para acampar: llano y limpio (era mejor que uno de los corrales). Como era luna llena fue más fácil armar el campamento. También se dice que la luna lena da más frío. Eso pareció ser verdad esa noche, hizo mucho frío, el agua que dejamos dentro de ollas y botellas se solidicó mientras dormíamos.

Sábado 17:
Éste día fue de asueto. Nos dedicaríamos a descansar e ir a la laguna Curiguay, al otro lado de la querbada. Mientras esperábamos a que el sol nos calentara, pasaron por nuestro campamento un rebaño de llamas que iban un poco más arriba a pastar. Nos observaron buen rato dudando y luego continuaron su camino, custodiadas por dos perros pastores. El pastor, un señor llamado Nicolás y nacido en 1924, nos contó que su tío decía que allá por 1907 todos los cerros que nos rodeaban (incluso el paso a 4900 msnm) estaban cubiertos de hielo.
Preparamos el desayuno a eso de las ochod e la mañana. Nicolás contó también que hoy había feria en Suitucancha, donde se intercambia la carne de los animales que se sacrifican.

Ya aquí estábamos en la provincia de Yauli, región Junín. Huarochirí (región Lima) ya había quedado más atrás.
Decía Bruno que "Huarochirí" es una palabra Aymara que significa "Viento Frío". Sucede que esta parte de la cordillera es unos cinco grados más fría que la Cordillera Blanca, y por eso aún conserva buena parte de sus nevados. En lo que ahora es la Región Lima se hablaba Aymara y Muchik (Mcochica) pero no Quechua.
Huarochirí o "Viento Frío" es como se conocía a las montañas de esta parte. Cuando vinieron los españoles le pusieron "Huarochirí" a toda la región, no sólo a la cordillera.

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Acá una vista de la laguna Huallacocha.

El resto de la mañana la dedicamos a lavarnos, lavar un poco de ropa, tomar el sol y juntar agua para la noche.
Cerca a la laguna hay dos pequeañs cascadas donde es una delicia bañarse, especialmente con el sol quemando la espalda. José se metió a la alguna y avisó que la orilla era puro cieno. En Huallacocha vienen bandadas de patos y Huachuas a alimentarse. También había algunos caballos tomando el sol.

Mela también fué más osada que el resto: se metió a bañarse al agua helada de la laguna (a pesar de que ya corría viento!).


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Aquí estoy junto a una de las cascadas.
Si fuera por mí, me quedaría a vivir junto a esta laguna :D

Era la una de la tarde cuando iniciamos la caminata a la laguna Curiguay, a seis kilómetros del campamento. José y Carlos partieron un poco antes, subiendo por la ladera de los cerros al frente mientras que nosotros íbamos por la quebrada, donde el suelo es muy húmedo y cubierto de vegetación: ichu y yaretas mayormente. Aquí también pastan llamas y ovejas de todos los colores.
Ya casi llegando a la laguna hay que subir un poco de pendiente. Aquí la vegetación desaparece, el suelo está seco y el paisaje se torna árido y un tanto triste. Ya el sol se había ocultado y corría viento muy frío.

Llegamo s Curiguay a las tres y treinta. En realidad no exactamente al pie de la laguna, si no desde donde ésta podía verse junto al glaciar que bajaba hasta casi tocar sus aguas, y que proviene de los nevados Huayllacancha (5450 m.s.n.m.) y Pachancoto (5720 m.s.n.m.).
No podíamos quedarnos mucho rato ya que debíamos estar de regreso antes de que se hiciera de noche. Por eso a las cuatro, recogimos todo (habíamos llevado alguito para comer) e inicamos el regreso al campamento.

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Aquí estoy intentando conquistar Curiguay.

Cuando partimos, el sol empezó a alumbrar un poquito. El camino de vuelta fue mucho más rápido y corto que el de ida. La laguna Curiguay está a 4800 msnm, un poco más alto que la laguna Huallacocha.

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Aquí vamos de regreso.

Después de saltar los charcos entre las yaretas y notar que el camino más recto no siempre es el más fácil, volvimos al campamento a las cinco de la tarde. Ya llá José y Carlos nos dijeros que estábamos muy cerca del nevado, y que de haberlo querido subir no nos hubiera tomado tanto tiempo.

Esta vez la gente cenó puré de papas y nuggets de pollo. Alguans sobras se las dimos a los perros pastores que nos rondaban y se dejaban tentar por el olor de las cocinas.

Domingo 18:
Después de pasar otra noche bajo cero, despertamos a las seis de la mañana. Debíamos estar de regreso en Yuracmayo a las dos de la tarde por lo que no debíamos demorarnos. Después de descongelar el agua y preparar el desayuno, lo que tomó más tiempo fue poner a secar todo. Las nubes tapaban el sol por momentos, y por sobre la cordillera, José notó las nubes que se asomaban, nubes de mal tiempo. Otro motivo más para salir temprano.

Aún no habíamos desarmado las carpas cuendo pasó por neustro campamento otro grupo de mochileros, a quienes habíamos visto el día anterior en Curiguay. Entre ellos estaba Alberto, quien ya había salido con Bruno unos años atrás. Iban al pueblo de Yauli, a donde llegaron a las tres de la tarde.

A las nueve de la mañana ya teníamos todo listo para partir. Le dijimos adiós a Huallacocha y subimos al paso, el cual estaba más cerca de lo que pareció la noche del viernes.


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¡Adiós Huallacocha!

El camino de regreso a Yuracmayo se hizo largo, a pesar de que la laguna que forma la represa es visible desde la quebrada Aigagra. Pasamos por la laguna de los pececitos (no los volvimos a ver) y por el "viscachero", una parte donde habían muchas piedras, el tipo de lugar donde a las viscachas les gusta vivir.

Y ahora, una foto tomada por Bruno:

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Incluso cuando llegamos al camino que lleva a Yuracmayo y a la represa, aún nos faltaba como una hora para llegar a donde se supone nos debía estar esperando el carro que nos llevaría de regreso a San Maateo. Creo que está de más decir que el carro ya no estaba. Luego nos dijeron que había pasado media hora antes (ya eran als tres de la tarde) pero como no había visto a nadie se había ido.

Esto era un problema, ya que teníamos que volver a San Mateo. Después de comprar algo y comer lo que nos quedaba junto a la bodeguita que tiene una señora junto a la carretera, Bruno habló con ella para ver si podían llevarnos en dos viajes en el carro que tiene su esposo (éramos muchos paracaber todos de una vez), después de mucho pensarlo ella y el señor aceptaron. Quienes partieron primero fueron Jose, Mela, Irma y Carlos.

La señora, nos dió café y agua caliente para tomar. Calculamos que el señor estarái de regreso a als seis. Mientras tanto Juan Victor nos iba contando de los periquitos que le gusta criar. Dijo que se reproducen como conejos y que lo normal es que salgan verdes, pero que también salen de colores y que estos son los mejores. Además contó que en otra época también tuvo halcones.

Así, el tiempo pasó rápidamente. A las seis el señor estaba de vuelta. Nos despedimos e inmediatamente abordamos para ir a San Mateo, a donde llegamos después de las siete de la noche.

El problema de San Mateo es que su sistema de transporte deja mucho qué desear. En el paradero de los micros a Chosica ya había una larga cola esperando el que parecía ser el último. Intentamos suerte junto a la carretera, por si uno de los interprovinciales se detenía y nos dejaba subir, pero ninguno de los que pasaron quiso. Volvimos corriendo de vuelta al paradero después que Bruno viera uno de los micros que regresaban. Los fines de semana, cuando hay más gente, es también más difícil hallar transporte.

Ya una vez en el micro podíamos estar tranquilos, de Chosica siemrpe hay cómo regresar a Lima, aunque no lo pareciera. Las calles en Chosica, cerca al parque, estaban llenas de gente que salía pasear, con amigos o con la familia. Uno de los paraderos de colectivos a Lima funcionaba como capilla evangélica, el otro estba cerrado, pero ahí en frente había un taxista que se ofreció llevarnos, aunque cobrando un par de soles más por cada uno. Pero ya en Lima (aún si es Santa Anita) el problema de cómo regresar ya está resuelto. Estuvimos en casa a las once de la noche, lo cual no se puede considerar tarde, tratándose de la ciudad de Lima :)

Y ahora, las fotos y más fotos!

Y de paso, Yelinna me ha pedido le dejara añadir una canción que le gusta:

boomp3.com


domingo, mayo 11, 2008

Nevado Paccha 1 al 4 de mayo del 2008

El Nevado Paccha se ubica en la provincia de Yauli - Región Junín, casi en el límite con la región Lima, a más de 5000 msnm. Es un nevado perfecto para iniciarse en el andinismo.

Esta salida fué organizada por Bruno y nos acompañó Kurt, el lobo, quien relata este viaje :D

Jueves 1:

El punto de reunión fué el parque detrás del ex-Cine Orrantia a las siete de la mañana. No sólo éramos nosotros, muchos otros grupos iban a distintos lugares (Caral, Canta, Huancayo, etc) por lo que habían muchos buses. Justo antes de salir el señor Raúl se apareció para despedirnos :D

El grupo estaba conformado por: Bruno (el guía), José, Pepe, Carlos, Yelinna, Guillermo y Juanito.

En San Mateo de Huanchor estuvimos alrededor de las 10:30 de la mañana. Debíamos hallar transporte a Yuracmayo (a ser posible un poco más allá).
Yuracmayo es un pueblo ubicado a 4300 msnm junto a la represa del mismo nomrbe, la cual mide 8 kilómetros de longitud. Ésta es la reserva de agua de Lima durante el estiaje (datos aportados por Bruno).

Lo ideal era que el carro nos dejara un poco más allá, en una meseta ubicada a 4430 msnm. Bruno halló un par de Station Wagon que iban a Carhuapampa de Pariac, por lo que podían dejarnos en el camino. Lo malo es que estos transportistas son de lo más usureros (grrr) siempre buscan oportunidades para sacarles plata a los viajeros (especialmente si vienen de Lima). Al final el chofer quiso, en complicidad con el resto de pasajeros, uno de ellos el alcalde deCarhuapampa), coprar 70 soles sólo por llevar a Bruno y Yelinna (el resto del grupo iba en el otro carro). Es el riesgo que se corre con esta gente: como nadie más hace rutas por estos lugares estábamos a su merced. Después de mucho discutir Bruno logró que bajaran el precio a 60 soles, quedando con el chofer que pasara a recogernos a la una de la tarde del domingo para volver a San Mateo, como veremos después, estos choferes no merecen la más mínima confianza.

Esperamos un rato a que llegara el otro carro con el resto del grupo y a eso de la una de la tarde empezó ofcicialmente la caminata. Teníamos que recorrer un camino no marcado por las empinadas laderas de los cerros cubiertas de morrena. La morrena son tierra y piedras sultas, que otro tiempo estaban bajo nieve y/o hielo. Apenas se pone un pie en la morrena ésta se resbala por la ladera, y lo que es peor: las piedras aún conservan sus aristas por lo que es mejor evitar caerse sobre ellas. La idea era alcanzar las altiplanicies de la quebrada Ocshahuallca. La distancia en total a recorrer fueron 4 kilómetros con un desnivel de 400 metros, saltando por entre las rocas y resbalándonos debido a la morrena.

Ya había caía la noche cuando llegamos al lugar planificado para acampar: a más de 4800 msnm. Felizmente el campamento estuvo armado a eso de las siete de la noche, justo la hora perfecta para cenar (no habíamos comido gran cosa desde el desayuno).

Hacía mucho frío. Mas el cielo estuvo muy muy despejado, era visible ahsta la banda luminosa conocida como La Vía Láctea. Lo malo es que el frío me desanimó a salir a contemplar las estrellas. En serio, con semejante frío es mejor acurrucarse dentro de la carpa :D


Viernes 2:

El problema con la montaña es que no empieza a hacer calor hasta que sale el sol y sus rayos nos alcanzan por encima de las montañas. Debido a esto desarmamos el campamento recién a las once de la mañana, bastante tiempo después de desayunar y cuando ya las carpas se habían secado.

Lo malo fué que José empezó a sentirse mal, lo que pensamos que sería un principio de apendicitis, por lo que tuvo que regresar a Yuracmayo para de allí volver a Lima, a pocas horas de caminata siguiendo una ruta más directa. Nos dejó su equipo de andinismo, su cocina, su comida, sus chocolates, una radio, y se llevó lss manzanas de Yelinna. Le deseamos suerte y lo dejamos partir.


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Aquí estoy yo, de guardían de la expedición.



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Y es hacia allá a donde debíamos llegar (más o menos, ése es el Paca)

Debíamos seguir ascendiendo por la quebrada. A medida que avanzábamos la vegetación iba mermando hasta quedar la tierra desnuda y las rocas adoptar un color grisáceo. Después de subir una ladera empinada, aún podíamos ver la laguna Yuracmayo, y Bruno nos hizo notar que realmente no habíamos recorrido mucha distancia, parece que en lugar de describir una línea recta, hicimos una curva, no muy a lo lejos se veían los cerros detrá de los cuales nos dejara el carro.

En este punto descubrimos rocas de tonalidades rojizas, el color del ladrillo, y verdosas. Eran rocas férricas, o mezcladas con compuestos férricos, las que probablemente después de estar un tiempo expuestas a la atmósfera adquirían un color oxidado. El color verdoso se debía al óxido de cobre. Felizmente estos yacimientos no son lo suficientemente grandes como para justificar su explotación, ya que la minería tiende a arruinar los ecosistemas y paisajes donde se asienta.
Fué aquí donde vimos un enorme venado huyendo en la parte alta del desfiladero, muy muy arriba de nosotros. Al principio creímos que era un derrumbe, pero eran las piedras que hacía caer el venado al pasar. Lo vimos un buen rato, saltando y corriendo, hasta que desapareció de nuestra vista.

Varias veces Bruno intentó contactar con José sin resultado. Esperamos a llegar a un lugar más alto y despejado para establecer la comunicación por radio (que tiene un alcance de 20 km).

En el camino vimos otros nevados como el Paca (5598 m.) Cuncusyantacc (5384 m.) y Carhuachuco (5507 m.) siguiendo la misma quebrada.

A las 3 de la tarde llegábamos a donde debíamos acampar, una pequeña planicie cubierta de rocas grises y rodeada por parches de nieve a 5130 msnm. Bruno contó que cuando se va a escalar el Everest, el primer campamento base es a esa misma altura aproximadamente (bueno, en realidad es a 5300 msnm pero estábamos bastante cerca), y el paisaje es el mismo: rocas grises, un poco de nieve y el cielo azul. Contaba que mucha gente de Norteamérica paga 50000 dólares para escalar el Everest, mas llegan a esta altura y en el primer campamento base caen derrotados por el soroche y deben volver.

Por eso mi dueña bautizó este lugar como "Himalayacito" (rebautizado luego por Bruno como "Himalayito").
Al escalar el Everest los siguientes campamentos son el I, II III y IV , el primero a más de 6000 msnm y el último rozando los 8000.

Mientras Yelinna quitaba las piedras pra hacer un sitio decente para armar la carpa, Bruno pudo comunicarse con José, quien había llegado bien a Yuracmayo y ya estaba por salir hacia Lima :D

Armar las carpas tomó su tiempo, pero también nos dimos un momento para recorrer los parches de nieve, ir un poquito más allá y vivir mi experiencia siberiana:

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Otra vez, el Paca, a mi parecer el más bonito :D

Algo que sucede a más de 5000 metros es un cambio curioso en el color del cielo: si se mira al horizonte tiene su color azul habitual, pero si se mira directamente hacia arriba se notará que el azul oscurece un tanto, esto se debe a la delgadez de la atmósfera a esta altura ¡estábamos a medio camino de la estratósfera!

Es casi como estar en el espacio exterior.

Cuando se va tan alto, no es buena idea cargar demasiada agua. Para cocinar basta derretir la nieve que se tiene casi al costado. De un volumen de nieve se obtiene más o menos la mitad de volumen de agua, pro lo que hay que estar yendopor más nieve varias veces. Con el frío de la noche ésta se endurece mucho y para sacarla es necesario usar los piolets (los fierrazos esos que se usan para el hielo) y además tiene un sonido parecido al vidrio (sí, y si no se tiene cuidado tamién puede cortar!). Incluso de noche (una noche despejadísima) la nieve parece brillar.

Para estas alturas, mejores son las cocinas de bencina, producen una mejor llama y tienen la ventaja que la bencina es más barata que el gas (a la larga compensa el que la cocina de bencina sea más cara que la de gas).

En latitudes ecuatoriales el sol suele ocultarse del todo a las siete de la noche. Pues sucede que la altura a la que estábamos era tal (más allá del campamento, entre los aprches de nieve) que eran las nueve de la noche y era posible ver un resplandor rojizo lejano, como el de una ciudad. Era el resplandor del sol. Estábamos tan alto, que prácticamente podíamos percibir la curvatura de la Tierra gracias a ese resplandor.


Sábado 3:

Otra vez, debido al frío y al sol que tardaba en asomarse, nos levantamos algo más tarde de los planeado. Se calcula que estuvimos a casi 10 grados bajo cero, tanto así que la ropa que quedó fuera de als carpas, bajo los toldos, se congeló, las medias se solidificaron así como el mantelito de Bruno. Pero una vez que llega el brillo solar, éste se siente con fuerza y todo se seca en poco tiempo.

Esta vez el destino era el nevado Paccha. Salimos a las once de la mañana (mucho más tarde de lo planeado). El comienzo fué relativamente fácil, subir algunos cerros. Lo malo fué lo que estaba del otro lado: la morrena.
Una morrena horrible, sobre una pendiente de 70 grado y una caída de casi cien metros, a quien se resbala no hay quien lo pare y no vive para contarlo. Quienes iban delante fueron Bruno, Juanito y Yelinna. Con un poco de ayuda de Bruno, ella pudo pasar las partes más peligrosas (y es bueno recordar aquí el consejo de los dibujos animados: no mires hacia abajo), partes donde mucha gente retrocedería de miedo. Pepe nos siguió bajndo a la mala, por la pendiente, con mucho cuidado de no matarse. Al final Guillermo se quedó atrás porque no tenía lentes para nieve y Carlos prefirió retroceder (durante buena parte del viaje el estómago le estuvo dando problemas). Quedó lo que luego se conocería como "El grupo de élite": Bruno, Juanito, Yelinna y Pepe.

Era la una de la tarde cuando llegamos a la base del Paccha, el cual es parte de toda una cadena cuyo pico más alto es el Vicuñita a 5528 msnm. Desde donde paramos para desenredar la cuerda y preparar el equipo se veía el glaciar negro debajo de la nieve, cuyo hielo se confunde con las rocas. Este glaciar tiene millones de años, y ecuenta Bruno que en la Cordilera Blanca, que ha sufrido más el calentamiento global, se ven glaciares verdosos, por debajo de los negros y más antiguos aún.

Las condiciones climáticas para el ascenso no podían ser mejores: sol, sin viento y todo despejado. Subimos la empianda ladera durante más de dos horas, para hacerse una idea de cómo fue (ni nosotros nos lo creemos) le agradecemos a Carlos Tipa esta foto:

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De arriba a abajo: Bruno (por momentos jalando a Yelinna), Yelinna (por momentos jalando a Pepe), Pepe y Juanito. En la foto no se ve la cuerda que los unía.

Los únicos con crampones fueron Bruno y Juanito. Los otros dos, novatos en esto del ascenso a nevados, con las justas tenían zapatos de trekking. Bruno iba haciendo las huellas para que el resto del grupo subiera más fácilmente y Yelinna iba haciéndolas más profundas. Es fácil agotarse de tanto patear nieve, a pesar de que en una aprte seguimos las huellas de los de la Asociación de Andinismo que habían estado allí uno o dos días antes.

Un cóndor sobrevoló al grupo y Bruno les gritó que no le hicieran caso, distraerse es peligroso aquí. Ya casi al final, vimos, a varios metros más arriba, a un solitario pajarito en medio de la nieve. En palabras de mi dueña:
- ¿¿¿Cómo shit hizo para llegar ahsta allí???

Eran más de las tres de la tarde cuando llegamos al collado entre los dos picos del Paccha a 5450 msnm. Bruno cayó de rodillas y Yelinna hizo un último esfuerzo para jalar a Pepe, exclamando amablemente:
- ¡¡Avancen, mierdas!!

La Cordillera Central, cubierta de nieve, es espectacular. Basta ver la foto:

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¿Cómo no caer de rodillas al contemplar esto?

Apenas tuvimos tiempo de tomar fotos y descansar un rato. La tarde avanzaba y quince minutos después, iniciábamos el descenso. Fué increíblemente rápido. Una hora después ya estábamos junto al glaciar negro. Minutos después, ya guardábamos la cuerda y los crampones.

Teníamos que llegar al campamento antes de que nos agarrara la noche o todo se volvería más complicado. Subir la morrena es mucho más fácil que cruzarla o bajarla, y siguiendo la ruta de Pepe pero en sentido contrario, alcanzamos los cerros detrás de los cuales estaba el campamento. Hacía frío, y en la puesta de sol las nubes parecían llamear. Llegamos justo antes del anochecer, después de deslizarnos por la nieve amontonada en una ladera (Pepe lo hizo de pie, como si fuera experto esquiador).

Nuevamente cocinamos con nieve derretida. La misma nieve sirve para lavar las ollitas, y es hasta mejor que el agua para esto.


Domingo 4:

Otra vez, debido al frío, desayunamos tarde y desarmamos el campamento después de dejar que las cosas se secaran (la condensación que se congela es capaz de formar escarcha dentro de la carpa, en el techo). Ya eran las once de la mañana cuando empezamos el camino de regreso.
Nuestra meta era llegar a donde nos dejaran los carros el jueves antes de la una y media de la tarde. Si el camino de llegada fué casi bajar las laderas de los cerros, ahora tocaba subirlas (morrena incluída). Hubo una ladera, parecida a lo que deja una cascada cuando se seca, que fué un tanto complicada de subir, casi tuvimos que meternos dentro de la grieta llena de piedras e ichu. El grupo se dividió mucho, delante iabn Bruno, Yelinna y Juanito, y bastante más atrás Guillermo, Pepe y Carlos. El sol brillaba y ya habíamos regresado a donde hay vegetación.

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Última mirada a la Cordillera Central.

Si hacía sol, el aire se sentía frío. Debíamos apurarnos ya que si los carros, que habían prometido volver, no nos encontraban seguirían de largo. Bastaba con que uno llegara y los hiciera esperar.

Después de pasar los cerros el camino iba de bajada y ya no era tan duro. Seguíamos un trazo que parecía hecho por carretas, pero en realidad eran senderos trazados por las vicuñas, ya que a estos lugares nadie viene, sólo hay pumas, vicuñas y venados.

El primero en llegar junto a la carretera fué Bruno, a exactamente la una y media de la tarde. Y no se veía ni un solo carro por ninguna parte. Mientras esperábamos al resto del grupo aprovechamos para descansar. El sol era ocultado por momentos tras nubes que pasaban lentamente. Así sin darnos cuenta, pasaron dos horas.


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Acá junto a la carretera, vigilando si pasaba algún carro.

Como se hacía tarde y no se veía a nadie ni a nada llegar por la carretera decidimos ir a pie hasta Yuracmayo. Creíamos que no estaríamso lejos, que quizás no serían más de un par de horas de camino, así que tomamos la carretera y partimos.

Donde la carretera doblaba y volteaba, y donde se podía, hacíamos cortes por el cerro para avanzar ma´s rápido. EL paisaje era hermoso. El sol caía y las montañas se teñían de amarillo. EL cielo era azul. Pero no todo era tan bonito: ya no teníamos agua, Bruno y Carlos aún llevaban sus botas de nieve (cansan mucho para caminar por carretera, auqnue sea de tierra como ésta), la tarde avanzaba y no teníamos cuándo llegar a Yuracmayo, pues a partir de cierta hora ya no hay transporte para volver a San Mateo.

Cayó la noche y las estrellitas empezaron a brillar. Era una noche hermosa, pero hacía frío y, aparte de un par de caballos, no había nadie más. Delante ibamos Bruno, Juanito, Guillermo y Yelinna, con la esperanza de que Pepe y Carlos no estuvieran muy atrás.

El cansancio ya se hacía sentir y Yuracmayo no aparecía por ninguna parte. Alcanzamos la laguna, pero del pueblo, nada. Y lo malo de tener una tremenda laguna al costado es que ésta hace de que la temperatura de los alrededores baje más de lo que debería. A unos 4400 msnm se sentía tanto frío como a 5000.
Fue cuando vimos lo lejos las luces del pueblo de Yuracmayo. Aún estaban lejos pero ya es bastante el sólo verlas. Un buen rato después ya alcanzábamos las primeras casas y luego la tienda de la señora que lo conoce a Bruno.
Eran las ocho de la noche.

Mas Yuracmayo parecía muerto.

Las luces estaban encendidas pero no había nadie. Dedujimos que por ser Domingo la gente estaría en misa, sí que Bruno fué a buscarlos. No había remedio, tendríamos que pasar la noche en Yuracmayo. Minutos después Bruno regresó y nos dio la noticia: los vigilantes, después de oír nuestra triste historia (botados en el camino, tras cinco horas de recorrido, muertos de cansancio, sed y frío, incluída una chica) gentilmente nos cedieron uno de los pabellones que estaba desocupado: un baño con un caño del que caía agua y dos o tres cuartos (a Yelinna le cedieron el que tenía una cama con colchón). Comparado con el gélido exterior, ahí dentro hacía calorcito. Además los vigilantes nos dieron café. Literalmente salvaron nuestras vidas.

Como Carlos y Pepe no llegaban, Burno fue a buscarlos. Recorrió la carretera en medio de un frío glacial (digno de una altura de 5300 metros, no de poco más de 4000) y tuvo que volver sin haberlos encontrado pues empezaba a congelarse. De las tres radios, una se la había llevado José, otra se había perdido y la última la tenía Bruno. Su temor era que se les hubiera ocurrido acampar junto a la carretera en lugar de seguir hasta Yuracmayo.
Ya estaba planeando quedarse en Yuracmayo para buscarlos, mientras los demás volvían a Lima, cuando, ya a más de las diez de la noche, ya cuando casi no nos lo esperábamos, Carlos y Pepe aparecieron.

Contaron que Carlos ya era de la idea de acampar en el camino, pero Pepe hizo que siguieran hasta Yuracmayo. Ya allí los vigilantes (que sabían que faltaban dos de nuestro grupo) los vieron y les dijeron donde estábamos. Fue como recibir a los hijos pródigos que regresan a casa. Bruno les preparó té caliente porque el café ya se había acabado. Como el resto del grupo no quería comer y se acostó al poco rato, Bruno cocinó sopa ramen y los nuggets de pollo que nos dejara José para él y Yelinna. Era casi medianoche cuando se acotaron.

Los vigilantes habían dicho que al día siguiente, a las seis de la mañana, salí aun carro para San Mateo, por eso se pusieron los depertadores a las cinco y media.

Lunes 5:

En contra todos los pronósticos nadie pudo dormir!! Y si alguien lo hizo fué intermintentemente. Esos cuartos llevaban tanto tiempo cerrados que el polvo del suelo de madera hizo que la nariz se le tapara a todo el mundo. Ya era un suplicio respirar cuando las primeras luces del alba se asomaron por entre las cortinas.

En media hora se guardó todo, se separó algo de pan y mermelada para desayunar en el camino y a las seis estábamos en la puerta, a punto de salir. Entonces nos dijeron que el carro en realidad había partido a las cinco y media y recién se esperaba otro a las siete.
Esto era malo, el frío era intenso y esperar una o dos horas a que pasara un carro a San Mateo no se le antojaba a nadie. Pero tuvimos suerte, después de caminar unos minutos hacia la casa de la señora junto a la carretera (Yuracmayo aún parecía deshabitado) apareció una station wagon que aceptó llevarnos a San Mateo. No eran ni las seis y media.

A eso de las siete el sol salió y el viaje se hizo muy agradable. Desayunamos en el mismo carro y a las ocho ya estábamos en San Mateo.
Donda ya había una larga cola en el paradero de los buses que bajan a Chosica.
Sucedía que por el lado de Casapalca, había protesta de mineros. Los transportes escaseaban y parecía que iban a pasar horas antes de poder volver a Chosica. Pero Guillermo fué más listo y fué a buscar un carro particular para nosotros. Lo encontró casi al instante, diciendo que había visto cómo llegaban a media cuadra más allá y decidió probar suerte. Abandonamos la cola de los buses y abordamos nuestro carro privado.

En el trayecto a Chosica, a un lado de la carretera, vimos gente, especialmente escolares, que intentaban parar un carro que quisiera llevarlos al colegio. Por esta parte, hasta más o menos la entrada a Santa Eulalia, hacía mucho sol.

A Chosica llegamos a alrededor de las diez de la mañana. Y para ser Chosica hacía frío y estaba nublado. Eso significaba que en Lima estaba peor. Ya había empezado el invierno.

La mejor forma para regresar, aunque no la más barata, es tomar los colectivos que van hasta San Isidro. Los colectivos son taxis que hacen una ruta fija y llevan hasta cuatro personas. Guillermo, Pepe, Carlos y Juanito se pusieron en la cola junto a la gente que iba a trabajar para partir de inmediato. Como ya no cabían, Bruno y Yelinna decidieron ir a comer una ensalada de frutas (que en Chosica la hacen deliciosa) antes de volver a Lima y para evitar la cola de gente que va a trabajar.

Las fotos de todo el viaje están aquí y aquí.

martes, mayo 06, 2008

Laguna Neveria 27 de Abril del 2008

Por: Sinchi, el pequeño jaguar.

Salida organizada por Bruno, y que en realidad fue una preparación para el ascenso al nevado Paccha. Mi dueña y yo nos reunimos con el grupo ya en Chosica, a las ocho de la mañana. Lo bueno de Chosica es que es fácil encontrar dónde desayunar allí.

Esta vez también nos encontramos con Erica y Ángel. También estuvo José Usquiano, de Climbing Perú.

Tomamos uno de los buses que van a San Mateo de Huanchor (3150 msnm aproximadamente) y de allí un carro con destino al pueblo de Chicla (3780 msnm en el km 109 de la carretera central) a donde llegamos poco después de las diez de la mañana (a pesar del pequeño retraso que nos produjo el tren, el cual se detuvo en medio de nuestro camino en San Jerónimo de Surco).

Iniciamos la excursión a las diez y media. La caminata empieza siguiendo un sendero por la quebrada Tranquila hasta alcanzar un abra entre los cerros Carbón Punta y Pisha. En este punto ya se está a más de 4400 msnm.

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Por aquí estuvimos al inicio de la caminata.

Durante la mañana hubo sol e hizo calorcito, pero a medida que avanzaba el día el cielo iba nublándose. y poniéndose más gris. Otro detalle es que a pesar de que cerca a la carretera los cerros ya están perdiendo su vegetación, aquí aún se conservan verdeds un poco más de tiempo.

Para llegar a Nevería se debe tomar la quebrada Ucupampa. La laguna ya se encuentra por encima de los 4500 msnm. Felizmente no nos cayó nieve ni granizo, aunque el mal aspecto del cielo hacía pensar lo contrario. Lo peor a esta altura no son las precipitaciones, sino el viento frío de la cordillera. Llegamos a la laguna a las tres de la tarde y ya el cielo tenía todo el aspecto del más oscuro cielo citadino limeño en invierno.

Detrás de la laguna aún quedan algunos cerros con nieve. La nieve es más abundante en temporada de lluvias, derritiéndose cuando ésta termina.

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En la laguna Neveria: aún quedan algunos picos con nieve.


Aprovechamos para almorzar y descansar. Una hora después iniciábamos el regreso, también porque hacía mucho frío.
En el camino nos encotnramos con varias llamas y sus bebés, incluso con una recién nacida (apenas podía caminar) acompañada por su mamá. Bruno comentó que esta es justamente la época en la que als llamas tienen sus crías.
Descender es más rápido que ascender. Apenas dos horas después de dejar atrás la laguna Neveria ya estábamos en Chicla, buscando transporte a San Mateo de Huanchor. Mientras más tarde se haga, más difícil es hallar carro en el cuál volver.

Lo ideal es regresar a San Mateo de Huanchor antes de las siete de la noche o se corre el riesgo de no hallar cómo regresar a Chosica.

Esta vez no ocurrieron contratiempos. Estuvimos en Chosica poco después de las ocho de la noche. Desde aquí ya es fácil encontrar transporte a Lima, a donde se llega después de una hora y media aproximadamente.

Hay unas cuantas fotos aquí :)

Y las de Erica están aquí :D